Where I have never been announce a turning point, a new approach by Santiago Porter. Working with organic, unstable, strange, and foreign materials Porter makes a leap & turns the page to stay longer within the painting practice. He enters into an unresolved space, with close references, forgetting any learned techniques, even to erase and try to understand new gestures. Porter wants to unlock something and that seems to be the cause of his entry into painting. He comes back to us with deliberate questions: How do we get into places we’ve never been? How do we get there and should it affect us? And if it affects us, how are we affected? What do we leave out and what do we take with us? And for an idea to be unlocked? An extensive period of time that proposes release a new form, in this opportunity, perhaps forever.
Joaquín Boz
Donde nunca haya estado marca un nuevo pulso de trabajo y hacer de Santiago Porter. Accediendo a elementos, materiales, orgánicos, inestables, extraños, ajenos, Porter da un salto, da vuelta la página para quedarse un largo rato dentro de la práctica de la pintura. Ingresa allí, a un espacio irresuelto, con referencias cercanas, olvidándose toda técnica aprehendida para incluso borrar e intentar comprender allí nuevos gestos. Quiere destrabar algo y esa pareciera ser la causa de la permanencia dentro de la pintura. Porter vuelve hacia nosotros con preguntas deliberadas: ¿Cómo se ingresa a los lugares donde nunca hemos estado? ¿Cómo se llega y ha de afectarnos? ¿Y si nos afecta de qué manera somos afectados? ¿Qué dejamos fuera y que llevamos con nosotros? ¿Y para que se destrabe una idea? Un período de tiempo extenso que propondrá liberar una nueva forma, en tal caso para siempre.
Joaquín Boz
Chapter I of Bruma has a shrewd way of eluding both of these options: it neither celebrates tourism of the homeland nor decries its miseries. The photographer sets up his camera right in the trench separating two of photography’s grand, founding genres: portrait and landscape. With landscapes that are not exactly landscapes and buildings viewed as if they were giant objects that continually overflow the image’s four edges, Santiago Porter composes a photo album of portraits: not of the country, not of the homeland and not of the republic, but of the State. He selects pieces with the aim of assembling a precise and concise device: a few significant facades made of imposing, eternal materials such as marble and stone, as modern and lasting as metal and cement. To be more precise, chapter I of Bruma is the anatomy lesson for the Argentinean State: an examination of the body of machinery that administrates populations and territories, an identification of its organs and functions—the hospital, the mint, the syndicate headquarters, the courthouse—places that are scrutinized to identify escutcheons, insignia and signs as if they were particular marks and clues on a body on the dissecting table.
Paola Cortes Rocca
El capítulo I de Bruma es un sagaz modo de eludir ambas opciones: ni celebración turística de la patria, ni denuncia de sus miserias. El fotógrafo instala su cámara en la zanja que separa los dos grandes géneros fundantes de la práctica fotográfica: el retrato y el paisaje. Con paisajes que no son tales, con edificios mirados casi como si fueran objetos gigantescos que no dejan de rebalsar por los cuatro costados de la imagen, Santiago Porter compone el álbum de retratos ya no del país, ya no de la patria o de la república, sino del Estado. Selecciona entonces las piezas para armar un dispositivo preciso y escueto: unas pocas y significativas fachadas, hechas de materiales imponentes y eternos como la piedra y mármol, modernos y duraderos como el metal y el cemento. El capítulo I de Bruma es, más precisamente, la lección de anatomía del Estado argentino: un examen del cuerpo de esa maquinaria que administra poblaciones y territorios, una identificación de sus órganos y funciones –el hospital, la casa de moneda, la central sindical, la sede del poder judicial–, un lugar que se escudriña para advertir escudos, insignias y carteles como si fueran señas y marcas particulares del cuerpo en la mesa de disección.
Paola Cortes Rocca
The rubble that Porter arranges in this second part of Bruma adds something else to the change of perspective regarding the past and the future that Benjamin proposed with his angel. It speaks the same silent language as photography: that which never ceases to say that every image—every image as an object added to the world and every object of the world converted into an image—confronts us with a disjointed temporality. The reason is not only because photographs come from the past and outlive us with all their anachronistic potency, as Georges Didi-Huberman proposes, but above all because they speak of a time that does not flow like a ribbon of light or water, but is made of lumps and calcified stones, of forking and superimposed paths.[12]An incomplete highway and a control tower for a prison that was never constructed are the remains of a future that never took place. They are the fossils of a paradoxical animal: a species on its way to extinction even before having come into existence.
Paola Cortes Rocca
Los escombros que Porter ordena en esta segunda parte de Bruma agregan algo a ese cambio de perspectiva respecto del pasado y del futuro que proponía Benjamin con su ángel. Ellos hablan la misma lengua silenciosa de la fotografía: esa que no deja de decir que cada imagen –cada imagen como objeto agregado al mundo y cada objeto del mundo convertido en imagen– nos confronta con una temporalidad trastornada. No solo porque las fotografías vienen del pasado y nos sobreviven con su potencia anacrónica como propone Georges Didi-Huberman, sino sobre todo porque hablan de un tiempo que no fluye como una cinta de luz o de agua, sino que está hecho de grumos y calcificaciones, de senderos que se bifurcan y se sobreimprimen.[12] Una autopista inconclusa, una garita de control de una cárcel que no llegó a construirse son los restos de un futuro que no tuvo lugar. Son fósiles de un animal paradójico: una especie que estaba extinguiéndose incluso antes de existir.
Paola Cortes Rocca
The last part of Bruma sets out in search of a point on the map and finds it in a series of landscapes that are artificially “natural”, whose—beautiful and innocent—appearance is revealed as having also been the scenario for tragedies that construct a history that is anything but natural. It is a duplicity that emphasizes both the format and the material or compositional dimension of each image. Porter’s landscapes are exhibited as diptychs, composed in such a way that the horizon is situated like a natural bar that is carefully and cunningly set at the same height in almost all of the images, to divide the field of the visible in two: above, the adamantly grey skies and below, the specificity of each view, parcels of the color green, brownish surfaces, garbage dumps or smoking mounds.
Paola Cortes Rocca
La última parte de Bruma va en busca de un lugar en el mapa y lo encuentra en una serie de paisajes falsamente “naturales” que en su –bellísima e inocente– apariencia se revelan también como escenarios de las tragedias que construye la historia para nada natural. Se trata de una duplicidad que subraya tanto el formato como también la dimensión material o compositiva de cada una de las imágenes. Los paisajes de Porter se exhiben como dípticos y en su composición ubican el horizonte como una barra natural, que se instala con artificioso cuidado a la misma altura en casi todas las imágenes para dividir en dos el campo de lo visible: arriba, los cielos empecinadamente grises, y abajo, la especificidad de cada vista, parcelas de color verde, superficies amarronadas, basurales, montes humeantes.
Paola Cortes Rocca
At nine fifty-three on the morning of July 18, 1994, a bomb exploded opposite the building of the AMIA, the Jewish Community Center, at 633 Pasteur Street in the City of Buenos Aires. The explosion completely demolished the seven-storey building and killed 85 people. The AMIA was a center for civic and social activities exclusively. To-date the material and intellectual parties responsible for the massacre remain at large.
A las nueve y cincuenta y tres de la mañana del 18 de julio de 1994 una bomba estalló frente al edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina, la AMIA, ubicado en la calle Pasteur 633, en la Ciudad de Buenos Aires. La explosión destruyó por completo el edificio de siete pisos y asesinó a 85 personas. En la AMIA se realizaban actividades civiles y sociales exclusivamente. Los autores materiales e intelectuales de la masacre continúan libres.
In the author´s own words “The series Piezas brings together ten years of photographs taken in the various houses I have lived in, on my final day there and at the moment just prior to my moving out. I like to think of these spaces as scenarios in which things have already reached an end, or as what Daniel Molina refers to as the map of essential solitude; the only thing left behind by the ever-shifting nature of unceasing time”.
En palabras del autor “La serie Piezas, específicamente, recopila diez años de fotografías hechas en las distintas casas que he habitado, el último día, en el momento de la mudanza. Me gusta pensar en estos espacios como escenarios donde las cosas ya han sucedido para siempre. O como escribió Daniel Molina, el mapa de la soledad esencial, que es lo único que permanece tras la mudable apariencia del tiempo que no cesa”.